Los niños del agua

Este libro camina con exquisito tino entre la literatura negra y la ertica, sus personajes aunque aletargados en el mbito heroico, nos contaminan de un efecto inquietante y morboso. Lo primero nos lleva al deseo de atisbar al mundo verdadero el cual, pese a que se ha convertido en un gran mercado donde todo se vende y todo se compra, es un lugar menos provocador que los iturraldianos contornos convexos. Pero lo segundo, el morbo puro, nos mantiene asidos a cada a una de las lneas por el malsano deseo de enterarnos, si el corolario que nosotros encontraremos en el cuento es el mismo que ya...

Primero de la serie. Tilda lamentaba haber tenido aquel breve romance con Rashad, príncipe de la corona de Bakhar. Su familia estaba en deuda con él y Rashad estaba haciéndole chantaje para que se convirtiera en su concubina. Tilda no tardó en estar cautiva en el lejano reino del jeque...esperando a que él la tomara. Pero entonces Rashad anunció públicamente que Tilda estaba con él, por lo que según las leyes de Bakhar, estaban unidos para siempre...como marido y mujer.

Una inclemente noche de tormenta, alguien llama a la puerta de una casa enclavada en un agreste y solitario lugar frente al océano. Su dueño, un médico dedicado a paliar el dolor de los enfermos terminales y que trabaja en un mortecino hospital denominado Granja del Buen Descanso, abre la puerta sin sospechar que, cuando deje entrar a aquella joven desconocida que aguarda en el umbral, su vida va a transformarse de modo irreversible. La joven, que dice llamarse Amparo Dávila, se instala en la casa con la autoridad de los fantasmas. Además, poco después hace su aparición una segunda...

En el interior de Emilio de Castbaleón se ha hecho el silencio. Para sus sentidos solo existen el arco, la f echa y la diana situada al fondo del estadio. Contiene el aliento mientras apunta y cuando siente que el momento ha llegado, exhala. En ese mismo instante suelta la cuerda y libera la saeta. El proyectil surca veloz la distancia que separa al arquero de la diana y hace un blanco perfecto en el centro de esta. Recién entonces, Emilio regresa y vuelve a sentir la caricia de la brisa sobre su piel, oye los vítores del público que lo ovaciona de pie y en su rostro se dibuja una sonrisa ...