Cuéntame un secreto
Camelia estaba sentada en la mesa del comedor y disfrutaba de un riquísimo postre a base de crema y frutas preparado por su madre ese mismo día. Sentía una paz ensordecedora, una calma que no había percibido en su interior por muchísimo tiempo. Era como cuando el tsunami finalmente pasa y la desesperación da paso a la resignación. Al final, la calma que sentía era eso, la resignación conseguida luego de aceptar que no había salidas posibles y que pronto el dolor menguaría para siempre. Disfrutaba del postre con lentitud, como si quisiera grabar en su mente y sus sentidos esa mezcla ...